viernes, 23 de octubre de 2015

Decidí engañarlos

Soy… De alguna manera, soy la misma niña que engañaba al ratón Pérez al poner un diente de choclo en el agujero por donde el animalito acostumbraba asomar la cabeza y se alejaba corriendo. En el aula se escucha un ¿ahhh? No hay un alumno que no tenga su atención puesta en mí. Una chica morena de la primera fila hace un puchero con los labios. Un muchacho de aire despabilado, sentado detrás de ella, levanta las cejas. Los tengo, digo, y continúo. 
Estaba por cumplir seis años y no se me había caído todavía ninguna pieza dental, así que al escuchar el nombre de la verdura en la cocina, mi abuela le había dicho a su empleada de muchos años que no se olvidara de echar una cucharadita de azúcar a la olla para que los dientes de la mazorca tuvieran un sabor más agradable. ¿Qué creen? Me tomó por asalto la idea. Grano de maíz que encontraba iba a parar al famoso agujero. Se ríen. Tal vez fuera mi abuela, doña Clementina, la que alimentaba mi fantasía. Desde la primera vez, recibí una moneda de dos soles. En un momento sospeché hasta de Al Power, su chofer. El caso es que fuera quien fuera mi benefactor, su mano invisible alentó en mi el deseo de engañar.
Les digo enseguida, que la escena de Pérez y el choclo reapareció en mi memoria al momento en que decidí engañarlos. La sorpresa de sus rostros llega al tope. Quiero hacerme  entender. Les digo que en mi particular lenguaje pedagógico, el verbo engañar está asociado a motivar, animar o estimular. Quiere decir que busco interesarlos, y en  las dos partes de la clase. La primera, dedicada a los diez años que duró al Revolución Francesa, y la segunda, al papel de Napoleón Bonaparte, el militar más brillante de la historia. 
 Les pido que para comenzar asocien libremente todas las palabras que les vengan a la cabeza.  Resulta divertido escuchar sus sonidos impactando el aire desde distintos puntos de la clase: militar, genio, francés, emperador, enano, cornudo, Josefina, italiano, Córcega, la mano en el uniforme, Waterloo, guerra en Rusia, enemigo de los ingleses. La hija de un odontólogo suelta una primicia.  Josefina, la primera esposa de Napoleón, tenía pocos dientes y estaban negros y podridos. Como la torre Eiffel, acota un chico, provocando varias carcajadas.
Indico que deben formar grupos, cada uno alrededor de una computadora. Y en tanto buscan su lugar les recuerdo que la tarea del profesor es repartir los temas a investigar, de modo que voy a darles una lista de preguntas. 


1-¿Cuál fue el perfil del rey borbón que hizo un mal gobierno y terminó con la cabeza en la guillotina?
2-¿A qué se llamó el período del Terror en los  diez años que duró la Revolución Francesa? 
3-¿Cuál era la estrategia de Bonaparte que le permitía ganar todas sus batallas?
4-¿Napoleón cambió de  ideales cuando se autoproclamó Emperador?
5- ¿Qué papel tuvo Josefina en el Imperio? ¿Y la segunda esposa de Napoleón: María Luisa de Austria?
6-¿Quién era María Letizia Ramolino y en qué consistía el juego del reversi? ¿Con quién lo jugaba? 
7-Imágenes. Necesitamos pinturas de la época y de los protagonistas.


El cerebro humano está hecho para la estabilidad, y es por eso que las formas de comportamiento adquiridas en la infancia se mantienen. Nuestras neuronas se cierran ante cualquier posibilidad de cambio, sobre todo si el punto de partida es una actitud intensa. En caso contrario, es decir si nuestras  actitudes fueron modeladas con tolerancia, las neuronas transigen. Se modifica una conducta de tipo "A" a una de tipo "A2". Nunca B o Z. Para no pasar yo misma, por alguien demasiado intenso puedo citar la teoría. Los grandes cambios responden a tres únicas situaciones: un dolor muy intenso, una conversión religiosa o una muy afortunada terapia. No voy a decir por cuáles he pasado yo. Solo que celebro la transferencia de mi afán de engañar a la enseñanza.

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