Claro
que no es lo mismo que tu progenitora haya estado quitando las escamas al pescado
unos minutos antes del alumbramiento y, como en una novela que acaba de venirme
a la cabeza, se arrodille en su puesto del mercado para darte a luz; a que tu
padre sea músico y trabaje para el príncipe arzobispo de Salzburgo. Con qué cariño ha elegido tu nombre: Joannes
Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart. Hablando del mismo siglo, el XVIII, en
el Perú, podría haberte tocado ser Juan Pablo Viscardo y Guzmán, el prócer que
nació en la sierra de Arequipa. Era todo un Viracocha, como le decían los
indígenas a los criollos, y además jesuita.
Veamos.
En el primer caso, llegarás a convertirte en un psicópata inclinado al sexo. Tu perfil nada tendrá
que envidiar al del Marqués de Sade o al de Georges Bataille. Con indiferencia, preferirás hacer el mal antes que el bien. Nadie te atendió y quieres vengarte, sin que eso quiera decir tampoco que te sientas completo. ¡Pobre! Difícil creer que llegues a sorprender literariamente con tus actividades. Ya lo hicieron ellos, los grandes autores. En el segundo caso, tendrás una habilidad notable para identificar una nota musical o interpretar un instrumento. Y aunque
seas retirado del mundo a los treinta y cinco años, quedarás en su memoria como
un genio. Por último, en el caso tres, redactarás la Carta a los españoles americanos. Agitarás
su espíritu patriótico y propagarás el fervor necesario para que se inicie la
guerra de la Independencia. El vínculo entre la corona española y sus colonias
en Sudamerica se romperá gracias a la semilla que sembraste.
Que
no se haya llegado a conclusiones definitivas sobre el funcionamiento del
cerebro, mantiene la duda sobre el origen de estas características. ¿Fueron adquiridas antes del nacimiento?, ¿se trata sólo de estimularlas? Hay quienes dicen que vienen a ser la
expresión de un déficit. En los tres casos a los que me he referido habría: en el primero, un sobre desarrollo en el área de la maldad y las argucias que se requieren para ponerla en juego; en el segundo, del oído; y, en el tercero, de la capacidad de gestión. Todas ellos rasgos que, como he dado a entender, provocarían el apagón de otros.
Sucede de vez en cuando, a un nivel mas doméstico, pero no por eso menos humano, que un nuevo ser nos sorprende con sus dones. Me pasó ayer con la pequeña que vive conmigo -es mi sobrina y tiene cinco años-. Acababa de entrar a mi escritorio con la libertad acostumbrada. Había dejado yo la puerta abierta, señal de que hago una pausa. Sin embargo, a esa hora de la tarde algo no funcionaba. Estoy de mal humor, le dije a la pequeña, mejor me dejas sola. No se movía. La ignoré. Después me di cuenta de que se había quedado pensando. ¿Y qué podría calmarte?, la escuché decir. Saqué los ojos de mis apuntes y ahora sí mirándola le respondí: Creo que no necesito más para dejar de lado mi molestia. Ella sonrió. Qué bonita tu pregunta, agregué sintiendo que el diálogo nos estaba moldeando. Parte de su suerte y de la mía era ese instante de escuela inadvertida. Quién no es maestro a quién, que todo es duda, recordé todavía una línea más del poema de Martín Adán.
Sucede de vez en cuando, a un nivel mas doméstico, pero no por eso menos humano, que un nuevo ser nos sorprende con sus dones. Me pasó ayer con la pequeña que vive conmigo -es mi sobrina y tiene cinco años-. Acababa de entrar a mi escritorio con la libertad acostumbrada. Había dejado yo la puerta abierta, señal de que hago una pausa. Sin embargo, a esa hora de la tarde algo no funcionaba. Estoy de mal humor, le dije a la pequeña, mejor me dejas sola. No se movía. La ignoré. Después me di cuenta de que se había quedado pensando. ¿Y qué podría calmarte?, la escuché decir. Saqué los ojos de mis apuntes y ahora sí mirándola le respondí: Creo que no necesito más para dejar de lado mi molestia. Ella sonrió. Qué bonita tu pregunta, agregué sintiendo que el diálogo nos estaba moldeando. Parte de su suerte y de la mía era ese instante de escuela inadvertida. Quién no es maestro a quién, que todo es duda, recordé todavía una línea más del poema de Martín Adán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario