viernes, 23 de octubre de 2015

Decidí engañarlos

Soy… De alguna manera, soy la misma niña que engañaba al ratón Pérez al poner un diente de choclo en el agujero por donde el animalito acostumbraba asomar la cabeza y se alejaba corriendo. En el aula se escucha un ¿ahhh? No hay un alumno que no tenga su atención puesta en mí. Una chica morena de la primera fila hace un puchero con los labios. Un muchacho de aire despabilado, sentado detrás de ella, levanta las cejas. Los tengo, digo, y continúo. 
Estaba por cumplir seis años y no se me había caído todavía ninguna pieza dental, así que al escuchar el nombre de la verdura en la cocina, mi abuela le había dicho a su empleada de muchos años que no se olvidara de echar una cucharadita de azúcar a la olla para que los dientes de la mazorca tuvieran un sabor más agradable. ¿Qué creen? Me tomó por asalto la idea. Grano de maíz que encontraba iba a parar al famoso agujero. Se ríen. Tal vez fuera mi abuela, doña Clementina, la que alimentaba mi fantasía. Desde la primera vez, recibí una moneda de dos soles. En un momento sospeché hasta de Al Power, su chofer. El caso es que fuera quien fuera mi benefactor, su mano invisible alentó en mi el deseo de engañar.
Les digo enseguida, que la escena de Pérez y el choclo reapareció en mi memoria al momento en que decidí engañarlos. La sorpresa de sus rostros llega al tope. Quiero hacerme  entender. Les digo que en mi particular lenguaje pedagógico, el verbo engañar está asociado a motivar, animar o estimular. Quiere decir que busco interesarlos, y en  las dos partes de la clase. La primera, dedicada a los diez años que duró al Revolución Francesa, y la segunda, al papel de Napoleón Bonaparte, el militar más brillante de la historia. 
 Les pido que para comenzar asocien libremente todas las palabras que les vengan a la cabeza.  Resulta divertido escuchar sus sonidos impactando el aire desde distintos puntos de la clase: militar, genio, francés, emperador, enano, cornudo, Josefina, italiano, Córcega, la mano en el uniforme, Waterloo, guerra en Rusia, enemigo de los ingleses. La hija de un odontólogo suelta una primicia.  Josefina, la primera esposa de Napoleón, tenía pocos dientes y estaban negros y podridos. Como la torre Eiffel, acota un chico, provocando varias carcajadas.
Indico que deben formar grupos, cada uno alrededor de una computadora. Y en tanto buscan su lugar les recuerdo que la tarea del profesor es repartir los temas a investigar, de modo que voy a darles una lista de preguntas. 


1-¿Cuál fue el perfil del rey borbón que hizo un mal gobierno y terminó con la cabeza en la guillotina?
2-¿A qué se llamó el período del Terror en los  diez años que duró la Revolución Francesa? 
3-¿Cuál era la estrategia de Bonaparte que le permitía ganar todas sus batallas?
4-¿Napoleón cambió de  ideales cuando se autoproclamó Emperador?
5- ¿Qué papel tuvo Josefina en el Imperio? ¿Y la segunda esposa de Napoleón: María Luisa de Austria?
6-¿Quién era María Letizia Ramolino y en qué consistía el juego del reversi? ¿Con quién lo jugaba? 
7-Imágenes. Necesitamos pinturas de la época y de los protagonistas.


El cerebro humano está hecho para la estabilidad, y es por eso que las formas de comportamiento adquiridas en la infancia se mantienen. Nuestras neuronas se cierran ante cualquier posibilidad de cambio, sobre todo si el punto de partida es una actitud intensa. En caso contrario, es decir si nuestras  actitudes fueron modeladas con tolerancia, las neuronas transigen. Se modifica una conducta de tipo "A" a una de tipo "A2". Nunca B o Z. Para no pasar yo misma, por alguien demasiado intenso puedo citar la teoría. Los grandes cambios responden a tres únicas situaciones: un dolor muy intenso, una conversión religiosa o una muy afortunada terapia. No voy a decir por cuáles he pasado yo. Solo que celebro la transferencia de mi afán de engañar a la enseñanza.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Escuela inadvertida

 Sea por designio del dios distraído que se miraba los zapatos al momento en que te engendraron tus padres, o del que velaba por ti como lo hace con todas sus criaturas; elige la versión que prefieras, llegaste al mundo ávido de impresiones. Desde el primer día, tu cerebro comenzó a  captar información para convertirla en un molde. Convirtió su entorno en la escuela inadvertida que iba a formar tus modos y actitudes. No hay otra manera de pasar por la vida durante la infancia. 
Claro que no es lo mismo que tu progenitora haya estado quitando las escamas al pescado unos minutos antes del alumbramiento y, como en una novela que acaba de venirme a la cabeza, se arrodille en su puesto del mercado para darte a luz; a que tu padre sea músico y trabaje para el príncipe arzobispo de Salzburgo. Con qué cariño ha elegido tu nombre: Joannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart. Hablando del mismo siglo, el XVIII, en el Perú, podría haberte tocado ser Juan Pablo Viscardo y Guzmán, el prócer que nació en la sierra de Arequipa. Era todo un Viracocha, como le decían los indígenas a los criollos, y además jesuita.
Veamos. En el primer caso, llegarás a convertirte en un psicópata inclinado al sexo. Tu perfil nada tendrá que envidiar al del Marqués de Sade o al de Georges Bataille. Con indiferencia, preferirás hacer el mal antes que el bien. Nadie te atendió y quieres vengarte, sin que eso quiera decir tampoco que te sientas completo. ¡Pobre! Difícil creer que llegues a sorprender literariamente con tus actividades. Ya lo hicieron ellos, los grandes autores. En el segundo caso, tendrás una habilidad notable para identificar una nota musical o interpretar un instrumento. Y aunque seas retirado del mundo a los treinta y cinco años, quedarás en su memoria como un genio. Por último, en el caso tres,  redactarás la Carta a los españoles americanos. Agitarás su espíritu patriótico y propagarás el fervor necesario para que se inicie la guerra de la Independencia. El vínculo entre la corona española y sus colonias en Sudamerica se romperá gracias a la semilla que sembraste.
Que no se haya llegado a conclusiones definitivas sobre el funcionamiento del cerebro, mantiene la duda sobre el origen de estas características. ¿Fueron adquiridas antes del nacimiento?, ¿se trata sólo de estimularlas? Hay quienes dicen que vienen a ser la expresión de un déficit. En los tres casos a los que me he referido habría: en el primero, un sobre desarrollo en el área de la maldad y las argucias que se requieren para ponerla en juego;  en el segundo, del oído; y, en el tercero, de la capacidad de gestión. Todas ellos rasgos que, como he dado a entender, provocarían el apagón de otros.
        Sucede de vez en cuando, a un nivel mas doméstico, pero no por eso menos humano, que un nuevo ser nos sorprende con sus dones. Me pasó ayer con la pequeña que vive conmigo -es mi sobrina y tiene cinco años-. Acababa de entrar a mi escritorio con la libertad acostumbrada. Había dejado yo la puerta abierta, señal de que hago una pausa. Sin embargo, a esa hora de la tarde algo no funcionaba. Estoy de mal humor, le dije a la pequeña, mejor me dejas sola. No se movía. La ignoré. Después me di cuenta de que se había quedado pensando. ¿Y qué podría calmarte?, la escuché decir.  Saqué los ojos de mis apuntes y ahora sí mirándola le  respondí: Creo que no necesito más para dejar de lado mi molestia. Ella sonrió. Qué bonita tu pregunta, agregué sintiendo que el diálogo nos estaba moldeando. Parte de su suerte y de la mía era ese instante de escuela inadvertida. Quién no es maestro a quién, que todo es duda, recordé todavía una línea más del poema de Martín Adán.

viernes, 18 de septiembre de 2015

La curiosidad del lector


La periodista a cargo de la entrevista cultural de la revista Impura, publicación semanal que tiene llegada a un público ávido de sorpresas, usa un formato particular. F. Q. simula conversar con autores fallecidos, lo que quiere decir que nadie contesta sus preguntas. Su editora le ha dado el visto bueno. Basta que provoques la curiosidad del lector, le ha dicho. Esta vez, el personaje es Picasso, así que ahí va. 

A: Don Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso
De: Los lectores de Impura

1- Don Pablo, usted dijo que para amar a algunas mujeres le fue suficiente con unas horas, e incluso con unos minutos. Consideró mucho más largo y trabajoso el desamor. ¿Tiene usted alguna idea del por qué de su ritmo amatorio?
2- Sus biógrafos han dicho que al notar su alejamiento, la primera mujer que usted enamoró le escribió un poema: Esperaré a que vengas. En los puentes yo estaré comiendo cerezas. Usted no acudió. Se comprometió en cambio, con una bailarina, Olga, con quien se casó. ¿Había intuido que sería el inicio de su larga lista de romances?   
3- Olga necesitó atención psiquiátrica cuando usted le reveló que estaba con Marie Therese y se lo había estado ocultando. ¿Qué tipo de escrúpulos habían sido los suyos para no decírselo?
4-Conoció a Marie Therese a la salida de un metro, en Paris. Ella tenía diecisiete años y usted cuarenta y seis. ¿Qué sintió usted cuando le dijo que era Picasso y a ella el nombre no le sonaba?
5-Dora Maar llegó a exclamar: después de Picasso, sólo Dios. ¿Qué le provocaba ese tipo de adoración?
6-Francoise reveló que haber estado con usted había sido acercarse a la sombra de un extraño que nunca quiso mirar dentro de ella. ¿En sus noventa y un años de vida, cree usted haber mirado en alguien?
7-Los dos hijos que tuvo con Francoise no pudieron acompañarlo en su funeral. Su última mujer, Genevieve, les impidió la entrada al velatorio. ¿No pudo preverlo?

sábado, 5 de septiembre de 2015

¿Qué es lo que no queremos decir ahora?

Por un buen tiempo, ni el hombre ni la mujer del sector acomodado limeño hablaban de sus ingresos. Era poco menos que un requisito para llamarse a sí mismos gente decente. Su actitud -diría que influida por el catolicismo y el régimen aristocrático- se manifestaba en la naturalidad con la que abrían  sus arcas y gastaban lo que tenían. Seguro que no dejaban de dar una limosna a los pobres, pero sobre el trabajo, el esfuerzo y su recompensa hacían mutis. De otro lado, las señoras de la élite se diferenciaban del sector no pudiente por una parada en la peluquería, un traje hecho a medida, un par de zapatos y un bolso de cierto precio. Alguna joya. Un pañuelo. Siempre un perfume. Todo muy bien, todo muy fino. ¡Eran regias!  
Hablemos ahora de la versión femenina nunca incluida en el rubro de la decencia limeña. Un tipo de mujer que se cobró la revancha a fines de los años ochenta, cuando los diarios dijeron haber descubierto lo que le gustaba a la gente: la destapada. O, mejor dicho, la calata. Ojo. El movimiento de liberación estaba fresco, así que los editores tuvieron que buscarse una coartada. Resolvieron dar la palabra a sus entrevistadas. De allí la circulación de frases memorables. Me gusta exprimirlos como limón de emolientero. Hago el amor como nadie. No encuentro al hombre que me haga mujer.
A la par que la prensa, la televisión comenzó a hacerles guiños. Un buen número de intelectuales, que acusaba al aparato de mantener al pueblo en la ignorancia, hizo la pelea en vano. La mujer de las zonas marginales se volvió devota de la caja boba y extendió su afición a sus hijas. ¡Qué dicha! Las niñas crecidas de cara a la pantalla lograron meterse dentro de ella. Digan que no. Forman hoy  parte del grupo de desinhibidas, enfundadas en shorts y camisetas de generoso escote que ganan billete a lo grande.
Para las nuevas regias, ya no es cosa de ir a la peluquería. Lo suyo es el salón de belleza, un local decorado con detalles hightech, donde al toque de un experto en materia de cortes, peinados y coloraciones, se suma la labor de manicuros, pedicuros, maquilladores y depiladores. Una facción del ejército nada invisible que las interviene para hacerlas lucir como diosas radiantes. Por su edad, las chicas de la tele no tienen muchas arrugas que disimular. El maquillaje debe ser sólo el toque que les impida lucir pálidas ante los reflectores. Los labios engrosados. Las uñas pulidas con un verde o celeste, mejor si el color está  matizado con estrellitas que hagan pensar en la superficie de un firmamento propio. Así y todo, estas nuevas regias andan pendientes del cirujano plástico que se hace cargo del lifting y del aumento de pecho. Del especialista dental, mago del blanqueamiento de incisivos, premolares y molares. Imposible dejar de mencionar a la nutricionista que las ayuda a mantener las formas. Y a la masajista. No vaya a ser que la rescatada culinaria de la capital, les regale unos rollitos.
En este punto, les hablo de mi nuevo proyecto. Entra primero a escena una mujer extraída de la atmósfera de Edith Warton, la aristocrática newyorker de la que partió Scorcese en La edad de la inocencia. Day Lewis, Winona Ryder, etcétera. Para velar la identidad de mi personaje la llamaré la condesa Limoska. El titulo le viene de Lima, a la escala que corresponda, y del personaje de madame Olenska, la aristócrata de la novela de Warthon.
Desfila a continuación, una criatura de Anita Loos, autora que se hizo célebre con Los caballeros las prefieren rubias, también una película protagonizada por Marilyn Monroe. Esta segunda mujer, la Jessika, procede del ambiente de la tele. Los destinos de ambas féminas se han cruzado en un accidente. Los carros en los que viajaban, cada uno manejado por su chofer, han chocado. El hecho ha tenido lugar, como dicen en los noticieros, en la esquina del Museo de Arte Contemporáneo y la bajada a la Costa Verde.
Me falta un detonador para que, tras visitar las dos una muestra del MAC y salir insatisfechas, decidan  escribir  al alimón sus biografías. Adelanto que en algún momento son iluminadas por el insight psicoanalítico. La una se ríe de la contención que la ha llevado a detenerse siempre, justo al filo de lo que no se dice; y la otra, de su peculiar estilo de decirlo todo sin decir nada.

lunes, 8 de diciembre de 2014

El despegue de Noam

Plan: una matinal de domingo. Motivo: la presentación de una academia de baile en el Centro Cultural Ricardo Palma de la Municipalidad de  Miraflores. Pensé que iba a darme con un programa de coreografías cumplidoras. En general, con una muestra de la buena voluntad con la que los profesores de ballet suelen guiar a sus alumnas. Los papás inscriben a sus hijas en una academia, las niñas van a clases y en la presentación de fin de año, todos aplauden.

Podría ser diferente, dije después. Recordé que Noam, la nueva academia de danza, había reunido a un grupo de niñas y jovencitas que tenían una singular pasión por el baile. Por otro lado, me puse a pensar en el instinto para la coreografía de Alejandra Sánchez, su directora. Es indiscutible. ¿Cómo no iba a demostrar lo que quiere decir guiar a sus alumnas por el camino de la interpretación? Aparte de tener en cuenta, lo que es necesario  para que el público mantenga su atención en el  escenario.

Me quedaba una duda. En la interpretación de ritmos populares, ¿funcionaría agregar a los disciplinados y prometedores movimientos infantiles un ir y venir de cinturas y caderas al estilo de la tele? ¿Qué hay cuando las niñas  hacen de gatitas sexys?

La  realidad recargó mi mirada. 

La técnica y la gracia de las jóvenes me libraron del temor a los gestos torpes. Visto en conjunto, el programa de Noam confirmó que la danza no tiene por qué subirse a una torre y alejarse de la vida. Una acierto fue poner a una clown, que derrochaba gracia y sentido escénico, a cargo de la presentación. Más de una decena de piezas de géneros variados, estuvieron precedidos por sus comentarios. 

Sobre los protagonistas. Fueron quince alumnos y alumnas de la academia, no había sólo mujeres; y grupos profesionales invitados. Pedro Ibáñez y Raúl Romero, dos destacados bailarines del medio, mostraron lo suyo no sólo como coreógrafos, sino como acompañantes sobre el escenario. Dos coreografías de Ladies Latinas, agrupación que participa esta semana en el Miami Salsa Congress, dejaron azúcar en el escenario y otras dos de Free Style sorprendieron por su soltura. Hubo también un acto de magia. Nelson  Alonso puso su nota de ilusión y carisma. 

¡Lo que se necesitaba! Librarse del acartonamiento. La clown se dirigió al público para comentarle aspectos puntuales del papel de  los padres en la educación artística. En otros momentos, acercó el micrófono a la boca de los intérpretes. Los bailarines también pueden hablar, sobre todo cuando de lo que se trata es de compartir su sueño. Quisieran que el cielo de Lima se llenara de nuevas estrellas del movimiento. 

Qué alegría. Veo a través de Noam, que apenas tiene unos meses de formada, un futuro distinto. Una academia, en la que con dedicación y paciencia, germinarán nuevas figuras de la danza. Felicitaciones al grupo humano detrás de la producción y a Alejandra.  Dos recomendaciones: tengan la puntualidad como lema y  pónganle más empeño al dibujo de la niña que los represente en un próximo programa.  

viernes, 5 de diciembre de 2014

por dios, no dejes que me duerma

Para algunos, una pieza de danza teatro debe valorarse por sus denuncias. Voy a mencionar algunos temas que se prestan a la actitud crítica: la corrupción de la política, los conflictos de la vida de pareja, la discriminación de género, la intolerancia frente a la opción sexual o la inconsciencia con la que nos hemos puesto a calentar nuestro planeta. Vivimos en un mundo que hay que cambiar y el arte debe recordarlo. Y lento. Y oscuro. Y monótono. Y larguísimo. El coreógrafo no pone el suficiente empeño en la estructura general de la obra, ni en el modo de captar el interés del espectador. Acusa y ya está. Uno puede llegar a imaginar que sus propuestas le hacen la contra a la pujante Iglesia Universal del Reino de Dios. La misma que acaba de inaugurar una apoteósica sede en Sao Paulo y seduce con su lema: Pare de sufrir.
Aquí se sufre y cómo. He escuchado decir que este arte es mejor porque resulta difícil de entender. Es por lo menos curioso, que buena parte de los que parecen captar lo que sucede sobre el escenario tengan un vínculo con los protagonistas de la obra. Si hay un discurso no manifiesto en esta admiración, es el deseo de llegar a hacer lo mismo. Compartir el sueño de bailar. Los fans se identifican con sus artistas y alientan sus progresos. Poco objetivo, pero se comprende. 

2
Quien no dedica buena parte del día a ejercitar su cuerpo, sea a aprender a respirar, contraer y relajar el torso, levantar una pierna, la otra, lanzar los brazos, hacer giros con soltura, o adquirir una elasticidad inenarrable, no llega a ser un buen bailarín. Tampoco el que no logra expresar sus emociones. La entrega de la gente que se dedica a la danza tiene que ser impecable. ¡Si se atreven a convertir su cuerpo en un instrumento!
En Lima, la ejecución de los profesionales del movimiento, la elección de la música, y ahora último, la inserción de secuencias de fotos y video suele ser lo mejor de un espectáculo de danza contemporánea. Interpretar es a veces la falta. Yo no sé, (por qué).
 Con todo, nos mantiene confusos lo poco atractiva que resulta en su conjunto una obra. ¿Será que rinde poco ver las cosas sin matices? A los que se ubican en el lado apocalíptico, les horroriza la manera en que la tecnología adormece a la audiencia con sus espectáculos televisivos. A los integrados en cambio, les gusta todo baile que permita matar el tiempo. Mejor si son cuerpos de impacto los que desfilan por la pantalla.  
 Para ahorrarnos el empeño de preguntar qué es y que no es lo artístico, un terreno polémico desde por lo menos, el tiempo en que Tolstoi publicó ¿Qué es el arte?, valga recordar que el espectador está deseoso de entregarse. Desde que  se acomoda en su butaca lo suyo es un: te miro, te atiendo, te escucho; por dios, no dejes que me duerma, ¿me ayudas a entender lo que tienes en mente? ¿lo que buscas?, ¿lo que quisieras?; ¿y me vas a hacer pensar?, ¿sentir?  ¿entretener? etcétera. Una coreografía debe envolver, ojalá que mantener a su público en estado de suspensión. A la salida del teatro cada quien bailará con su pañuelo. Una alusión  breve, del sentido abierto de la creación artística.

3
Traté de no dar importancia a la primera carrera de la coreografía de JLS. La música ponía. Las imágenes proyectadas, lo mismo. No pude con la segunda corrida y menos con la tercera. La fobia a los desplazamientos de ese tipo en el escenario, que desarrollé al seguir la danza local durante un tiempo, fue el primer obstáculo que me impidió disfrutar de Wild. Qué puede uno decir sobre ese recurso desgastado. A otra cosa,  tal vez.
 Al rato me dije que Oscar Wilde, debía haber sufrido harto por la traición de su ex pareja. No sólo mandarlo indirectamente a prisión, sino desentenderse de su infortunio. Los poemas que Don Oscar escribió, versos tristes todas las noches que pasó en la cárcel, se transmitían grabados.
A mi entender, modesto, modestísimo, JLS, es un bailarín que tiene una postura correcta, sus extremidades le responden, hace los giros que debe, sorprende con su equilibrio, como también con su entrega y su energía inagotables. Tal vez le falta hacer a un lado el temor de jugar un poco en escena. En una de las primeras secuencias, cuando recorre enfundado en un saco aterciopelado lo que podría entenderse como una pasarela, pudo evocar la imagen de Zoolander, el personaje de Ben Stiller en la película del mismo nombre. El humor y la seriedad no tienen que estar de pleito. Sin buscar amarillar la obra, podía haber sido una manera de poner en asociación las neuronas de la audiencia. De dar más volumen a la imagen del literato retratado como un santón victimizado. 


domingo, 8 de diciembre de 2013

Oración por un comunicador


  Se alucina comunicador y terapeuta. Dice que su programa nos pone en contacto con el sufrimiento de la mujer peruana. Con su catarsis. El entrevistador sabe incluso, cuál de sus invitadas derramó más o menos lágrimas en el set.  Como al emperador del cuento, lo veo enfundado en un traje invisible. Un made in: yo soy el hombre de mi vida, con accesorios del conocido cierra bocas: lo que le gusta a la gente.  ¿Será que al término de su programa clava la aguja sobre la almohadilla y se quita el dedal? ¿Planea allí mismo, el siguiente desaguisado?

Me gustaría que una mañana cualquiera, el broadcaster de la banalidad after-pop levantara sus ojos para mirar hacia arriba. Me encargaría yo de la producción, y así como flotan en el espacio las figuras de Chagall, allí, en el lugar de las aves, colgaría un par de libros: Ética a Nicómaco de Aristóteles y Brief history of thought de Luc Ferry. Amén.

miércoles, 9 de octubre de 2013

mirada privada, espacio público

Washington D.C.. El cierre de los museos de la Smithsonian Institution me ha puesto en plan outdoors. Tercer día que dejo el hotel y me mezclo con la gente local para caminar entre edificios. Comparada con Nueva York, Washington es una ciudad menos alta y, quien sabe porque su cielo no se esconde entre los skyscrapers, suscita preguntas que tienen que ver menos con el espacio que con el tiempo. Mientras caminaba elaboré tres versiones de mi misma inquietud.  ¿Por qué resultaba tan presente Grecia en el país de Jefferson? Las otras dos: ¿por qué  la suma de  líneas   simples que se organizan con simetría, proporción y equilibrio? y ¿cómo así el neoclásico? 
Tuve que refrescar información. Jefferson, el tercer presidente de EE.UU., fue también arquitecto y nada casualmente anti monárquico. De allí el despliegue de imaginación y poder que puso en marcha para diferenciarse de las ciudades que gobernaba George III, rey de Inglaterra. Su primer edificio, diseñado mano a mano con un arquitecto francés, fue el actual Capitol Center en Richmond, Virginia. La obra inoculó un virus arquitectónico en el resto del país. El hemisferio norte del Nuevo Mundo se llenó de frisos, columnas y capiteles. 
No niega que otras edificaciones parezcan fortalezas del estilo románico. Doblemente desafiantes cuando se trata de iglesias, sean éstas de fe católica, baptista, episcopal o mormona. Lo suyo es dar  a entender que han perdurado  a través del tiempo. El turista busca en su interior un poco de quietud y lo encuentra  gracias a la altura de los techos  y a la luz sutil que se cuela a través de los vitrales. Uno mira las bancas.  ¿Me siento o me arrodillo? 
El ambiente es distinto por cierto, a esas otras islas contemporáneas de tranquilidad:  los cafés de la cadena Starbucks. En este viaje me he dicho irreverente, que para el turista la providencia es el  wifi. Luego conciliadora: la humanidad ha dado lo mejor de si para diseñar ambos  espacios. 

  Ayer me atreví a salir de la ciudad  para ver el aeropuerto de Dulles (había aterrizado en el Reagan airport). La  transacción telefónica  con la compañía de shuttles me llevó a hacer a un lado los sobreentendidos. Mantuve un diálogo breve que decidí considerar  sólo un paso para la humanidad, pero un gran salto para mi. 

  –¿How many baggages?– me preguntaron.

No luggage–respondí- 

–Excuse me?

–Sorry. I just want to visit the building.  

–... Hold on.

Era más económico que un taxi y podía tomarle el pulso a los pasajeros que contratan una Van para ir y venir del aeropuerto. En fin. Tras ventitantos minutos de viaje en una carretera rodeada de verde, llegamos. Tomé algunas fotos del espacio que se inauguró  en 1962. Lo diseñó el finlandés Eero Saarinem, El techo recuerda un pankake. Reposa sobre unas columnas que parecen salir volando ni más ni menos que como el pasajero. Los pilares evocan con abstracción las columnas del neoclásico. 
La arquitectura estaba entonces  al servicio de la imaginación. Eran tiempos en los que resultaba un placer viajar en avión. Imposible afirmar lo mismo hoy, cuando antes que nada hay que quitarse los zapatos,  el cinturón, el reloj, una que otra joya y aún así se corre el riesgo de ser detectado por un timbre. La empleada de aduana dirá entonces: los  brazos al lado del cuerpo. No se mueva que voy a tocarla. Ocurría en mi adolescencia con los cowboys, en las series del lejano oeste. Me digo: Imposible ser uno quien aplica su mirada privada al espacio público. Más bien, quien sufre la mirada pública en su espacio privado.

lunes, 9 de septiembre de 2013

sin asfalto

 La película Les herbes folles, 2009, de Alain Resnais es indolora, poética, disparatada.  ¿Habrá algo mejor que el deseo de crecer para comer algún día croquetas de atún? Redonda. Jugosa. La interrogación aparece en la última escena del film. Si algo hilvana su ritmo surrealista es el tedio. El sin sentido de la existencia de un tipo en su cincuentena, al que una billetera extraviada le representa un portal que transforma su vida.  Definitivamente, el porta documentos  lo ayuda a poner en circulación la fantasía que había dejado atrapada en los resquicios de una  existencia convencional (pareja, hogar, hijos, trabajo). Bendito sea, no descansa hasta no solo encontrar a  la propietaria del objeto perdido, sino involucrarse con ella. Cuando desmaya en el intento: ´S´il vous plait monsieur, no vuelva a llamarme´, cuenta con la ayuda líquida de un par de tragos; las explicaciones en orden a las fuerzas del orden, ´esta vida me harta´,  y el ´no´ rotundo ante cualquier asomo de ímpetu juvenil, ´¿tutearme?, para qué, que siga el usted´.  Iluso, ven conmigo, le dice Resnais a su audiencia. La vida fluye solo en los márgenes. Fuera del yo asfaltado. Atención: allí donde crece la yerba más salvaje. Una hora y cuarenta y tantos para esta despedida del y al cineasta francés en un cine de Larcomar. El hombre se juega sus minutos de descuento. Ha cumplido creo, los noventa. Salí indolora, poética, disparatada.

jueves, 29 de agosto de 2013

los movimientos desembarazados

Kant, el filósofo del idealismo trascendental, proyecta una claridad insospechada en su breve texto ¿Qué es la Ilustración? (1784). Quiero decir, que a diferencia de lo que ocurre con un mamotreto como el de la Crítica del juicio (1790), se le entiende. Amén de que inspira. ¿Por qué, tres siglos después? De hecho, porque el temor de pensar por cuenta propia sigue siendo parte de la realidad humana.

Observa Kant que la pereza y la cobardía son causa de que una gran parte de los hombres continúe a gusto en su estado de pupilo. Y que, la Ilustración, por el contrario, opera como una fuerza que remece. ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!, le dice a la especie. Una arenga que se desliza a contracorriente de la educación, fuerza de un ritmo más bien lento y que no invita a la aventura.

La educación sugiere descansar la cabeza en el hombro de los tutores. Entontece, al punto que la imagen que la representa es la de un rebaño. ¡Resulta tan cómodo no estar emancipado! De allí nuestra falta de iniciativa para adoptar movimientos desembarazados, razón del título del post  (nada tiene que ver con el aborto, por siaca). Y así. La Ilustración requiere sólo libertad. Sin negar la paradoja: los gobiernos necesitan también el automatismo de sus ciudadanos. Son evidentes las situaciones en las que, en nombre del orden público,  hay que dejarse dirigir. 

Me pasó ayer. Comprobé que nos dejamos llevar. Vuelo 807 de Taca Airlines. Salida de Lima con destino al Cuzco a las 11.45 am. Allá en el cielo entonces,  una hora completa de vuelo cuando la flight attendant  hace un anuncio: Con un cielo tan cerrado es imposible aterrizar. Daremos una vuelta de quince minutos cerca de la ciudad imperial. Bueno, pensé, pero al cabo del tiempo previsto, atenta ante cualquier nuevo mensaje, porsupuesto que como el resto de pasajeros, oigo el poco grato anuncio: lo lamentamos, pero tenemos que  regresar al aeropuerto de  Lima. ¡Gulp!

Deduzco hoy, por lo leído en la prensa, que a los pasajeros de LAN no  les pasó lo mismo. Sus aviones cuentan con un dispositivo satelital que les permite aterrizar con lluvia. No sé cómo quedará en pie Taca ante semejante afirmación. Tampoco el por qué nos lanzaron al aire, casi al espacio como a la perra Laika, si un vuelo anterior de la misma compañía estaba ya regresando a Lima. ¿Qué hacer ahora  que he dejado el rebaño? Si pienso por cuenta propia, no encuentro la lógica del riesgo. Por cierto: las ganas de ver pronto el ombligo del mundo, se me han ido. ¿Cómo encajo mis usuales movimientos desembarazados?

jueves, 8 de agosto de 2013

voley caliente


—¨Allá tú¨.  

Sí, le respondo a mi lado B cuando aventura un: por tu cuenta y riesgo. Es probable que alguien me mande directamente a la mierda. Pasa en Lima, cuando no se saluda de la misma forma a la bandera. El asunto es un muro de facebook en el que se atribuye a Aldo Mariátegui la siguiente afirmación: habría que mandar a las chicas del voley al psiquiatra. 

El post recoge de inmediato opiniones amigas, (todas, es obvio, saludan al estandarte desde el mismo ángulo): a palabras necias ..., o, lo mejor es olvidar a ese sujeto. 

Digo yo, que aunque sepamos de sobra las que calza el periodista a quien le divierte sacar ronchas; y no solo a Martha Hildebrandt con gazapos al estilo, ¨Dios mío por qué meas abandonado¨, lo que dice Mariátegui en su columna de Perú 21, es distinto. 

A su juicio, en el partido contra China una vez más sale a la luz, ese estigma nacional de temerle al éxito. Y comenta: caso digno de psiquiatría.

Casi cualquier periodista leído, y esto no debiera entenderse como un oximorón, sabe que el estudio de la mente y la locura a cargo de la psiquiatría, psicoanálisis, psicología o el más reciente campo de estudios de la neurociencia, no es  un ámbito de la cultura que haya que mirar con ojos extrañados. Desde fines del siglo XIX, se sabe que a los humanos no nos alumbra solo la luz de la conciencia, el lado (tampoco en todos los casos) ecuánime del ser. Se equivoca por allí Mariátegui. Y se contradice. Si los habitantes de estas tierras padeciéramos  del susodicho estigma, ¿cómo salimos de esa?  

¿Se tratará acaso de lanzar hipótesis auto flagelantes en un lenguaje intolerante? ¿Tendrá  el gremio de traumatólogos el suficiente interés para profundizar en el tema? (cuando Mariátegui dice ´no me vengan con pavadas´, tal vez considera que el quid del fracaso está ubicado en alguna articulación).  

Algunos de mis varios  por qués. ¿Por qué no, un cónclave de periodistas, psiquiatras, más los afines mencionados arriba, y deportistas'? ¿Por qué no un estudio serio sobre el ¿cómo somos? (que vaya más allá de la revista de ´El Comercio´). ¿Por qué no ensayar alguna buena voluntad al leer al otro en lugar de hacer más inflamable, nada más que para pelear, su pensamiento?