viernes, 8 de marzo de 2013

Un email de hace tantos años

En ¡La exclusiva!, reciente novela de la británica Annalena McAfee, a Tamara, una joven reportera sin trabajo estable, las cosas parecen salirle bien esa mañana. Un email de su lista de  correos  acaba de hacerle sentir que su circulación se aligera; y es que la supereditora de la revista dominical en la que eventualmente ha colaborado le encarga una comisión. Definitivamente, es el día de su suerte. Le pide entrevistar a una antigua estrella del periodismo de guerra. Tamara fantasea. Se dice que es la puerta de entrada al semanario de sus amores. Adiós crónicas banales. Amarillismo sobre el glamour  o la decadencia de los famosos. Que la celulitis, las mamoplastías poco exitosas o los novìsimos hallazgos acerca de estrellas que no se depilan... Definitiivamente, la vida se le cuadra a otro nivel. 
Tamara improvisa entonces, una lluvia de ideas que tiene como foco a la casi senil profesional de la crónica periodística, Honor Tait. ¿Logró la primicia de un genocidio en Africa?¿Fue testigo de  una hambruna en Asia? ¿No fue acaso amiga de Elizabeth Taylor?, ¿Frank Sinatra?, ¿de Jean Cocteau? La memoria de Tamara accede sin esfuerzo al registro del chisme periodístico. La Tait personificaba: "un alto cociente intelectual con escote bajo". Su sex-appeal rebasaba las expectativas de sus colegas. 
Siguente paso: el esquema.  Tamara hace unos trazos en su notebook a modo de estrategia y  luego de unas cuantas llamadas logra la cita. Sucede sin embargo, que  en el departamento de la Tait las cosas no marchan. El diálogo bordea la violencia verbal; ¡entrevistada y entrevistadora representan tiempos y estilos tan distintos del ejercicio periodístico que ¡ohmama!
 McAffee publica  en el 2012, pero ambienta su novela en 1997, año de la todavía incipiente revolución digital. Logra un retrato agudo de los cambios  que hoy todavía no terminamos de digerir. La web 3.0 y demás. En esta dinàmica, resulta que el empeño de Tamara se había edificado sobre arena movediza. El email que recibió fue un envío automático. La editora había puesto en la casilla del `para` solo las iniciales del periodista que debía encargarse de la crónica. El sistema entonces, completó la data de la destinataria. Es decir, el nombre de Tamara. El vocativo comenzaba con tres letras similares a los de otra profesional de planta... una muestra de que los gazapos electrónicos no se prevenían todavía ¡hace 16 años! Y varias del giro del peridosimo. Trescientos sesenta grados, con pirueta a lo pececito volador.  

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