martes, 9 de abril de 2013

¿Una bandera en la luna?



 Voy a pedirte de rodillas, que regreses junto a mi...la vieja tonada de ´Los Iracundos´ inicia la presentación de El sistema solar, obra que Mariana de Althaus, su autora, considera experimental. La dramaturga y directora nos acerca a sus personajes. Le bastan unas docenas de sillas en el perímetro de la sala de una antigua casona en Miraflores, para que la acción escénica no tenga un frente definido y sus ráfagas, tanto de violencia como de humor, golpeen la sensibilidad del espectador desde ángulos distintos. 

La trama muestra a la familia del Solar la noche de Navidad. Sus miembros quieren  reconciliarse, pero las situaciones que propician los llevan más bien a odiarse. De entrada, una invitada no deseada, la mujer del padre -que ha sido anteriormente novia del hijo- ha impedido, por más devota que se muestra ante la Navidad y ante el encuentro familiar, que la cosa fluya. Lo dicho: El tiro les sale por la culata. 

Con actitudes a la deriva, la familia parece haber agotado sus opciones. ¿Les es imposible cambiar de rumbo? Para un grupo de psicólogos norteamericanos, los cambios de  conducta son posibles solo en tres situaciones: Tras experimentar un dolor muy intenso, al entregarse a una psicoterapia afortunada o al vivir una conversión religiosa. Los del Solar han pasado por esto. Es así que la esposa del hijo falleció (y el duelo redimensiona la vida). A su turno la hija, el hijo y el nieto han acudido al psiquiatra, pero la relación no les ha ayudado significativamente. En cuanto a la fe religiosa, llevan sus rituales por el lado de la anarquía. En uno de sus arranques, la hija esparció las cenizas del abuelo sobre la pizza de la cena. Una prueba de que esa puerta, la del credo que inspira al creyente, está cerrada. 

En suma, los del Solar no han logrado remodelarse. No, para mejor. ¿Que les queda? Antes que inmovilizarlos con la etiqueta de una familia disfuncional, Althaus da a entender que podrían estar solo tan locos como locos estamos todos. En este sentido, saca a relucir su necesidad de sentirse acogidos. De seguir tratando de encontrarse a pesar de tantos tropiezos.  A fin de cuentas, aceptan tácitamente que el otro no sea un dechado de virtudes, y eso, en nuestra especie, es ya un paso importante. La mirada de Althaus redondea su planteamiento con ilusión. Propone no desmayar. Clavar una bandera en la luna. 

Y aunque el ritmo de El sistema solar no da tregua y la actuación es comprometida, creíble. O más allá todavía, tiene brillos. A mi entender faltaba algo: un toque redentor en el sistema del Solar. Quien sabe incorporar nuevamente a Plutón en la galaxia. Buscar un equilibrio humilde, responsable. Hacerse cargo, como diría un post-existencialista. No es vida tanto tormento.

Me quedé pensando. ¿Será el baile con el que cierra la obra la clave para que eso ocurra?  


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