lunes, 9 de septiembre de 2013

sin asfalto

 La película Les herbes folles, 2009, de Alain Resnais es indolora, poética, disparatada.  ¿Habrá algo mejor que el deseo de crecer para comer algún día croquetas de atún? Redonda. Jugosa. La interrogación aparece en la última escena del film. Si algo hilvana su ritmo surrealista es el tedio. El sin sentido de la existencia de un tipo en su cincuentena, al que una billetera extraviada le representa un portal que transforma su vida.  Definitivamente, el porta documentos  lo ayuda a poner en circulación la fantasía que había dejado atrapada en los resquicios de una  existencia convencional (pareja, hogar, hijos, trabajo). Bendito sea, no descansa hasta no solo encontrar a  la propietaria del objeto perdido, sino involucrarse con ella. Cuando desmaya en el intento: ´S´il vous plait monsieur, no vuelva a llamarme´, cuenta con la ayuda líquida de un par de tragos; las explicaciones en orden a las fuerzas del orden, ´esta vida me harta´,  y el ´no´ rotundo ante cualquier asomo de ímpetu juvenil, ´¿tutearme?, para qué, que siga el usted´.  Iluso, ven conmigo, le dice Resnais a su audiencia. La vida fluye solo en los márgenes. Fuera del yo asfaltado. Atención: allí donde crece la yerba más salvaje. Una hora y cuarenta y tantos para esta despedida del y al cineasta francés en un cine de Larcomar. El hombre se juega sus minutos de descuento. Ha cumplido creo, los noventa. Salí indolora, poética, disparatada.

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